La curiosidad de un niño y la sabiduría de su padre nos enseñan algo muy importante en esta historia de hoy...
Un padre llevó a su hijo a las montañas y mientras caminaban, el hijo tropieza con una piedra, cae al suelo, se hace daño y lanza un grito al aire: —¡Ay!
Sorprendido, el niño pregunta: —¿Quién es?
“¿Quién es?”, repite el eco.
El niño, aún más confundido y casi enfadado, añade: —Debes ser muy cobarde. ¿Por qué no das la cara?
Y el eco de las montañas le devuelve las mismas palabras. El niño, muy enojado, sentencia: —¡Estúpido!
Y así continuaron los insultos y los ecos, hasta que el padre cariñosamente le dijo: —Hijo, si no te gusta lo que recibes, TEN CUIDADO con lo que emites. Si tus actos son violentos, agresivos, muestran debilidad, albergan resentimiento..., recibirás sentimientos afines. Tú piensas que la culpa la tiene el otro: tu amigo, tu cónyuge, tu jefe, el vecino, etc., pero no es así. Lo que te ofende es el eco detonante que producen tus debilidades en el ambiente. Suena como trueno, ¿verdad?
El niño escuchaba atentamente las suaves y sabias palabras de su padre, que continuó explicándole:—Cuando madures, tendrás que aprender a descubrir tus debilidades, superarlas y establecer límites para comprometerte con la vida. Deja de culpar al otro, el otro no es tu enemigo, el otro es tu eco, así es como suena lo que eres por dentro. Cualquier situación funciona como eco.
Y concluyó diciendo el hombre: —Hasta que no comprendas el fenómeno del eco seguirás culpando sin liberarte ni cambiar tu suerte. Vivirás sintonizado con cualquier situación o personaje afín a tus debilidades, que por ley de semejanzas atraes a tu vida...
Si deseas más amor en el mundo, crea más amor a tu alrededor.
Si deseas felicidad, da felicidad a los que te rodean.
Si quieres una sonrisa en el alma, da una sonrisa al alma de los que conoces. Esta relación se aplica a todos los aspectos de la vida.
La vida te dará de regreso exactamente aquello que tu le haz dado.
Tu vida no es una coincidencia, es un reflejo de ti.