¡Mi hijo nació hace pocos días, llegó a este mundo de una manera normal, pero yo tenía que viajar, tenía tantos compromisos!
Mi hijo aprendió a comer cuando menos lo esperaba, comenzó a hablar cuando yo no estaba. Cómo crece mi hijo de rápido. ¡Cómo pasa el tiempo!
Mi hijo a medida que crecía me decía: ¡Papá algún día yo seré como tú!
- ¿Cuándo regresas a casa papá?
- No lo sé, pero cuando regrese, jugaremos juntos, ya lo verás.
Mi hijo cumplió nueve años hace pocos días y me dijo:
- ¡Gracias por la pelota papá! ¿Quieres jugar conmigo?
- Hoy no hijo, tengo mucho que hacer.
- Está bien papá, otro día será…
Y así se fue pasando el tiempo, siempre estuve ocupado, ¡claro! Pensaba en los gastos que se teníamos que enfrentar mi esposa y yo para pagar servicios, escuelas, uniformes. Debía trabajar y trabajar…¡¡cada vez más!!
Mi hijo regresó de la universidad el otro día, hecho todo un hombre.
- “Hijo estoy orgulloso de ti, siéntate y hablemos un poco”.
- Hoy no papá, tengo compromisos, por favor préstame el coche para visitar a mi novia.
Ya me jubilé y hace mucho que no veo a mi hijo hoy lo llamé:
- ¡Hola, hijo quiero verte!
- Me encantaría padre, pero es que no tengo tiempo, tu sabes, mi trabajo, mi familia, los niños, ¡pero gracias por llamar, fue increíble oír tu voz! ¿O qué te falta algo? ¿Estás bien verdad?
Al colgar el teléfono me di cuenta que mi hijo ERA COMO YO. Ahora que yo necesitaba de él, de su compañía, el tenía muchos compromisos.
Cuántas veces mi hijo y yo hubiéramos gozado jugando juntos, yendo a nadar, al campo, disfrutar en familia, pero no, no tuve tiempo, ¡¡y éste se pasó volando!!!
Ahora que ya estoy solo, viudo, jubilado, y que lo necesito, no puedo disfrutarlo. Pero no le digo nada, con qué cara le digo que lo extraño, que me siento solo, que no necesito nada más que su compañía, que deje todo, ¡si yo hice lo mismo!
¡No hay duda que en la medida que demos, recibiremos!