A mi abuelo aquel día lo vi distinto. Tenía la mirada
enfocada en lo distante. Casi ausente. Pienso ahora que tal vez presentía que
era el último día de su vida. Me aproximé y le dije:"¡Buenos días,
abuelo!". Y él extendió su mano en silencio. Me senté junto a su
sillón y después de unos instantes un tanto misteriosos, exclamó: "¡Hoy es día de inventario, hijo!"."¿Inventario?",
pregunté sorprendido. "Sí. ¡El inventario de tantas cosas perdidas!
Siempre tuve deseos de hacer muchas cosas que luego nunca hice, por no tener la
voluntad suficiente para sobreponerme a mi pereza. Recuerdo también aquella
chica que amé en silencio por cuatro años, hasta que un día se marchó del
pueblo sin yo saberlo. También estuve a punto de estudiar ingeniería, pero no
me atreví. Recuerdo tantos momentos en que he hecho daño a otros
por no tener el valor necesario para hablar, para decir lo que pensaba. Y otras
veces en que me faltó valentía para ser leal. Y las pocas veces que le he dicho
a tu abuela que la quiero, y la quiero con locura. ¡Tantas cosas no concluidas,
tantos amores no declarados, tantas oportunidades perdidas!". Luego, su mirada se hundió aun más en el vacío y se lehumedecieron
sus ojos, y continuó: "Este es mi inventario de cosas perdidas, la
revisión de mi vida. A mi ya no me sirve. A ti sí. Te lo dejo como regalo para
que puedas hacer tu inventario a tiempo".
Lo más
doloroso doloroso es descubrir las cosas perdidas sin tener tiempo para
encontrarlas y recuperarlas”
Al día siguiente,
regresé temprano a casa, después del entierro del abuelo, para hacer con calma
mi propio "inventario" de las cosas perdidas, de las cosas no
dichas, del afecto no manifestado.
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