
"Déjenmelo
a mí –dijo la rana–, tengo un cerebro espléndido".
Luego pidió
a dos gansos que la ayudaran a recoger una caña fuerte, cada uno sosteniéndola
por un extremo. La rana pensaba agarrarse a la caña por la boca. A su debido
tiempo, los gansos y la rana comenzaron su travesía. Al poco rato pasaron por
una pequeña ciudad, y los habitantes de allí salieron para ver el inusitado espectáculo.
Alguien
preguntó: "¿A quién se le ocurrió tan brillante idea?" Esto hizo que
la rana se sintiera tan orgullosa y con tal sentido de importancia, que
exclamó: "¡A mí!" Su orgullo
fue su ruina, porque al momento en que abrió la boca, se soltó de la caña,
cayó al vacío.
¡Cuidémonos del orgullo!
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