En su libro God and My Neighbor (Dios y mi prójimo), Robert Blatchford atacó con vigor las creencias cristianas que gozan de aceptación, tales como Dios, Cristo, la oración y particularmente la inmortalidad. Aseguró osadamente que la muerte era el fin de nuestra existencia y que nadie podría demostrar lo contrario. Entonces, ocurrió algo sorprendente, su muro de escepticismo pronto se desmoronó, dejándolo desprotegido e indefenso. Lentamente empezó a volver a la fe que había ridiculizado y abandonado. ¿Qué fue lo que produjo ese profundo cambio en su actitud? La muerte de su esposa. Con un corazón quebrantado, entró en el cuarto donde reposaban los restos mortales de su esposa, y volvió a contemplar aquel rostro que tanto había amado. Salió y le dijo a un amigo: “Es ella, y al mismo tiempo no lo es; todo ha cambiado. Algo que antes estaba allí se ha quitado; no es la misma. ¿Qué puede faltar si no es el alma?”.
Más tarde, escribió: “La muerte no es lo que algunos imaginan. Es sólo como irse a otra habitación. En esa otra habitación, hallaremos… a los preciados hombres y mujeres, y a los dulces pequeños que hemos amado y perdido”.
Fuente: Véase Robert Blatchford, More Things in Heaven and Earth: Adventures in Quest of a Soul, 1925, pág. 11.
A veces, la tristeza y la desolación nos llevan al camino verdadero y acabamos sintiendo la luz que tanto hemos echado de menos.
ResponderEliminarDad gracias a Dios si vivís ya con cierta luz porque las pruebas serán más llevaderas y las experiencias vitales más profundas y creadoras.